La metanfetamina no es una droga nueva, a pesar de haberse vuelto más potente en años recientes debido a que el desarrollo de las técnicas para su elaboración han evolucionado.
La anfetamina se preparó por primera vez en 1887 en Alemania y la metanfetamina, más potente y fácil de hacer, se desarrolló en Japón en 1919. El polvo cristalino era soluble en agua, lo cual lo hacía perfecto para inyectarse.
El consumo de la metanfetamina empezó a generalizarse durante la Segunda Guerra Mundial, cuando ambos bandos la usaban para mantener a sus tropas despiertas. A los Camicaces japoneses se les daba una fuerte dosis antes de sus misiones suicidas. Y después de la guerra, el consumo de la metanfetamina inyectada alcanzó proporciones epidémicas cuando el suministro almacenado para uso militar se puso a la disposición del público japonés.
En la década de 1950, la metanfetamina se prescribía como auxiliar dietético y para combatir la depresión. Estando fácilmente disponible, estudiantes universitarios, conductores de camiones y atletas la usaban como estimulante no médico; así, el consumo de la droga se extendió.
Esta pauta cambió drásticamente en la década de 1960 con la disponibilidad incrementada de la metanfetamina inyectable, lo que empeoró el abuso.
Entonces, en 1970, el gobierno de Estados Unidos declaró como ilegales a la mayoría de sus usos. Después de eso, las bandas de motociclistas norteamericanos controlaban la mayoría de la producción y distribución de la droga. En ese entonces, la mayoría de los consumidores vivían en comunidades rurales y no podían pagar la cocaína que era más cara.
En la década de 1990, las organizaciones de tráfico de drogas mexicanas establecieron grandes laboratorios en California. Mientras estos enormes laboratorios pueden generar 25 kilos de la sustancia en un solo fin de semana, han surgido laboratorios privados más pequeños en cocinas y apartamentos, lo que ha ganado a esta droga uno de sus nombres: “tapa de cocina” (stove top). Desde ahí se distribuyó a lo largo de Estados Unidos y Europa, a través de la República Checa. Hoy en día, la mayoría de la droga disponible en Asia se produce en Tailandia, Myanmar y China.